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De vuestros lodos, sus barros

  • noviembre 20, 2025
  • Sin categoría
Noviembre, 24024

Llevamos días con la boca abierta delante del televisor. Atónitos ante el sufrimiento extremo de nuestros vecinos, asumimos nuestra fragilidad como seres vivos. Nosotros que nos creíamos invencibles por formar parte del primer mundo… Resulta que somos un pequeño grano de arena ante la fuerza de la naturaleza. 

Los que no vivimos en Valencia, ni nos imaginamos el dolor desgarrador que están viviendo esas personas pero nos hemos dado cuenta del valor de la única herramienta que nos ha asegurado la supervivencia: la conciencia.

La capacidad de reflexionar sobre eventos que no están pasando en nuestro momento presente y que podemos evocar a través de la recreación de imágenes, marcó un antes y un después en nuestra existencia. Sin ella, no habríamos llegado mucho más allá de los neandertales. 

Gracias a la revolución cognitiva fuimos más fuertes que el resto de elementos de la naturaleza pero se nos olvidó que el uso que hagamos de esas capacidades intelectuales determinarán la evolución de nuestra especie.

Estamos en un momento clave y la sociedad española lo está demostrando. Andamos polarizados entre las expresiones más duras de rabia y los gestos más emotivos de compasión y amor. 

¿Sabremos encontrar el término medio para seguir estando en la cima de la pirámide? 

¿Sabremos encontrar la forma de sostener nuestra vulnerabilidad sin hacernos más daño aún del que la vida nos trae?

Hasta hace unos días, no tenía mucha esperanza en la respuesta a estas cuestiones pero el ejemplo magistral que nos han dado la juventud de nuestra tierra me ha devuelto un ápice de esperanza.

Escuchaba a Nerea Pérez de las Heras hablar sobre “nuestras ganas de hacer pero nuestra pocas posibilidades para poder hacer” y no dejaba de pensar en la cantidad de información que hemos recibido sobre qué cartelito político tiene la responsabilidad de la catástrofe vivida el 28 de octubre. 

¿De verdad vamos a darle espacio a una pelea de patio de colegio? 

¿De verdad vamos a escuchar el “y tú más” de un grupo de personas que no han hecho más que demostrar que no están a la altura del puesto de trabajo que les hemos otorgado? 

Hay tantas cosas por hacer en un momento tan importante. Tantas necesidades por cubrir que las personas se han tirado a la calle a dar. Con letras mayúsculas: DAR. 

Muchas personas de este país estamos pensando: ¿cómo puedo ayudar yo en esta situación tan caótica? por pura empatía. Criticaron a la gente joven: pusieron su fuerza. Criticaron a los trabajadores: pusieron sus medios. Criticaron a los autónomos: pusieron sus donaciones. 

Sin embargo, hay un pequeño reducto de sinvergonzonería que intenta escapar de su responsabilidad o que intenta sacar la mejor tajada del melón. 

Pero, como decía, estamos en un momento clave. En un momento en el que si damos paso a nuestra conciencia, esa que genera empatía, compasión, reflexión y amor, seremos capaces de ocupar el asiento del autobús que nos corresponde.

Porque el político trabaja para el ciudadano y no al revés. El político está al servicio de las necesidades de los habitantes y, por respeto, tiene que estar formado en su disciplina. Porque las leyes hay que saberlas si vas a aplicarlas, porque hay que conocer la estructura de la administración si vas a gobernarla, al igual que cada uno de nosotros necesitamos una preparación específica para ocupar nuestro puesto de trabajo. 

Porque de vuestros lodos, dependen sus barros. Y no, no podemos pensar que las cosas son intocables. Asuman su responsabilidad, asuman las consecuencias de su mala praxis, asuman que de sus decisiones depende nuestra calidad de vida. Bajen las orejas y hagan un ejercicio de conciencia, ahora toca arreglar los platos rotos. Ahora toca trabajar por y para los ciudadanos.

Tuvimos una oportunidad en 2020. La Naturaleza nos ha dado un 2º aviso en 2024. A la tercera, ¿llegará la vencida? ¿Necesitamos seguir matándonos por un trozo de metal más en los bolsillos?

Ha llegado el momento de cambiar la estructura. Nos toca ponernos al servicio de la humanidad. Ha llegado el momento de cuestionarse cómo queremos vivir porque, como dice Judith Butler, nos merecemos vivir una vida vivible.

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